29 de octubre de 2012

Las Mujeres en la Revolución Francesa


El gran maestro Albert Soboul tiene un trabajo, recogido en su libro, Comprender la Revolución francesa(edición española en Crítica, 1983), que se titula "Mujeres militantes de las Secciones Parisinas (año II)", donde estudia no la lucha por la igualdad entre el hombre y la mujer sino la participación de las mujeres en el movimiento general de la Revolución. No trata de las mujeres más famosas como Olimpia de Gouges o madame Roland, entre otras, sino de las mujeres que desarrollaron una intensa actividad militante en las organizaciones de base, en las asambleas generales de sección, en las sociedades populares y en las manifestaciones de masas.
Mujeres durante la Revolución
La participación femenina parisina más intensa se dio entre el otoño de 1793 hasta la prohibición de los clubes femeninos el 30 de septiembre de 1793. En los medios populares la práctica femenina dominó frente a la reivindicación estrictamente feminista. Son mujeres del universo de los sans-culottes, que debían enfrentarse a la dureza de las condiciones de vida del momento, y lucharon contra las consecuencias de la carestía de la vida. De todas las formas, hubo convergencia entre los dos órdenes de hechos, nos dice Soboul, porque las reivindicaciones sociales de las mujeres más las de tipo político que, también, tuvieron, tendieron a valorizar su papel en la sociedad, y a buscar la reducción de la desigualdad por cuestión de género.
Las mujeres participaron muy activamente en la Revolución en París. Sus acciones aparecen unidas a las de los hombres. La diferencia era que las mujeres tenían más conciencia en relación con la cuestión de las subsistencias. Recordemos la marcha de las mujeres sobre Versalles en las jornadas de octubre de 1789, por ejemplo.
Club político femenino
En relación con las reivindicaciones políticas, es decir, sobre la igualdad, es interesante recordar como después de que el presidente de una diputación presentara ante la Convención la aceptación de la Constitución de 1793 por parte de su sección parisina, cedió la palabra a una ciudadana que reivindicó la igualdad política. Durante ese año en muchas secciones parisinas las mujeres participaron en las sesiones con voz deliberativa. Las mujeres más concienciadas no se contentaron con que se las escuchara en sus secciones sino que reivindicaron, también el reconocimiento de sus derechos políticos. En esta lucha política destacará la Sociedad de Mujeres Militantes Republicanas Revolucionarias.
La igualdad política fue conquistada por las mujeres en julio de 1793 en el marco de las secciones, asambleas y en las sociedades populares. La actividad política de las mujeres se mantuvo hasta el otoño, hasta la prohibición de los clubes femeninos.
En mayo de 1795 la Convención prohibió a las mujeres asistir a las asambleas políticas, y las prescribía que se retiraran a sus domicilios bajo orden de arresto. La mujer era remitida a su tradicional papel de esposa y madre, dentro de la familia. Los revolucionarios, ya fueran jacobinos como termidorianos, la condición subalterna de la mujer era evidente y no se podía alterar. Aún así, la participación de la mujer en la Revolución, tanto cuando se hicieron reivindicaciones sociales como políticas despertó la conciencia femenina para el futuro.


13 de septiembre de 2012

Blowin´ in the Wind Bob Dylan



How many roads must a man walk down
Before you call him a man
How many seas must a white dove sail
Before she sleeps in the sand
How many times must the cannonballs fly
Before they are forever banned

The answer, my friend, is blowing in the wind
The answer is blowing in the wind

How many years can a mountain exist
Before it is washed to the sea
How many years can some people exist
Before they're allowed to be free
How many times can a man turn his head
And pretend that he just doesn't see

The answer, my friend, is blowing in the wind
The answer is blowing in the wind

How many times must a man look up
Before he can see the sky
How many ears must one man have
Before he can hear people cry
How many deaths will it take
till he knows
That too many people have died

The answer, my friend, is blowing in the wind
The answer is blowing in the wind

¿Cuántas carreteras debe un hombre caminar,
antes de que le llamen hombre?
¿Cuántos mares debe una paloma navegar,
antes de que se duerma en la arena?
¿Cuánto tiempo deben las bolas de cañon volar,
antes de estar prohibidas para siempre?

La respuesta, amigo mio, está soplando en el viento
la respuesta está soplando en el viento.

¿Cuántos años debe una montaña existir,
antes de que sea bañada por el mar?
¿Cuántos años pueden algunas personas existir,
antes de que sean libres?
¿Cuántas veces puede un hombre girar su cabeza,
y fingir que no te ha visto?

La respuesta, amigo mio, está en el viento
la respuesta está en el viento.

¿Cuántas veces debe un hombre mejorar,
antes de que pueda ver el cielo?
¿Cuántos años debe un hombre tener,
antes de que pueda escuchar a la gente llorar?
¿Cuántas muertes cometerá hasta que sepa
que mucha gente ha muerto?

La respuesta, amigo mio, está en el viento
la respuesta está soplando en el viento.

8 de septiembre de 2012

El Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda

Esta historia nos lleva a la época del rey Arturo y los caballeros de la Mesa Redonda, tiempo de hechicería y castillos de puentes levadizos, tiempo de intrigas y batallas heroicas, tiempo de dragones mágicos que arrojan fuego por la boca y de paladines de honor y valor ilimitados.
El rey Arturo había enfermado. En tan sólo dos semanas su debilidad lo había postrado en una cama y ya casi no comía. Todos los médicos de la corte fueron llamados para curar al monarca pero nadie había podido diagnosticar su mal. Pese a todos los cuidados, el buen rey empeoraba.
Una mañana, mientras los sirvientes aireaban la habitación donde el rey yacía dormido, uno de ellos le dijo al otro con tristeza:
-Morirá...
En el cuarto se encontraba sir Galahad, el más heroico y apuesto de los caballeros de la mesa redonda y el compañero de las grandes lides de Arturo. Galahad escuchó el comentario del sirviente y se puso de pie como un rayo, tomó al sirviente por la ropa y le gritó:
-Jamás vuelvas a repetir esa palabra, ¿entiendes? El rey vivirá, el rey se recuperará...Sólo necesitamos encontrar al médico que conozca su mal, ¿oíste?
El sirviente, temblando, se animó a contestar:
-Lo que pasa, Sir, es que Arturo no está enfermo, está embrujado.
Eran épocas en que la magia era tan lógica y natural como la ley de gravedad.
-¡Por qué dices eso, maldición!- preguntó Galahad
-Tengo muchos años mi señor, y he visto decenas de hombres y mujeres en esta situación, solamente uno de ellos ha sobrevivido.
-Eso quiere decir que existe una posibilidad...Dime cómo lo hizo ése, el que escapó de la muerte.
-Se trata de conseguir un brujo más poderoso que el que realizó el conjuro, si eso no se hace, el hechizado muere.
-Debe haber en el reino un hechicero poderoso- dijo Galahad-, pero si no está en el reino lo iré a buscar del otro lado del mar y lo traeré.
-Que yo sepa hay solamente dos personas tan poderosas como para curar a Arturo, sir Galahad: uno es Merlín, que aun en el caso de que se enterara tardaría semanas en venir y no creo que nuestro rey pueda soportar tanto.
-¿Y la otra?
El viejo sirviente bajó la cabeza moviéndola de un lado a otro negativamente.
-La otra es la bruja de la montaña...Pero aún cuando alguien fuera suficientemente valiente para ir a buscarla, lo cual dudo, ella jamás vendrá a curar al rey que la expulsó del palacio hace tantos años.
La fama de la bruja era realmente siniestra. Se sabía que era capaz de transformar en su esclavo al más bravo guerrero con sólo mirarlo a los ojos; se decía que con sólo tocarla se le helaba a uno la sangre en las venas; se contaba que hervía a la gente en aceite para comerse su corazón.
Pero Arturo era el mejor amigo que Galahad tenía, había batallado a su lado cientos de veces, había escuchado sus penas más banales y las más profundas. No había riesgo que él no corriera por salvar a su soberano, a su amigo y a la mejor persona a la que había conocido. 
Galahad calzó su armadura, y montando en su caballo se dirigió a la montaña Negra donde estaba la cueva de la bruja. Apenas cruzó el río, notó que el cielo comenzaba a oscurecerse. Nubes opacas y densas perecían ancladas al pie de la montaña. Al llegar a la cueva, la noche parecía haber caído en pleno día.
Galahad desmontó y caminó hacia el agujero en la piedra. Verdaderamente, el frío sobrenatural que salía de la gruta y el olor fétido que emanaba del interior lo obligaron a replantear su empresa, pero el caballero resistió y siguió avanzando por el piso encharcado y el lúgubre túnel. De vez en cuando, al aleteo de un murciélago lo llevaba a cubrirse la cara. 
A quince minutos de marcha, el túnel se abría en una enorme caverna impregnada de un olor acre y de una luz amarillenta generada por cientos de velas encendidas. En el centro, revolviendo una olla humeante, estaba la bruja.
Era una típica bruja de cuento, tal y como se la había descrito su abuela en aquellas historias de terror que le contaba en us infancia para dormir y que lo desvelaban fantaseando la lucha contra el mal que emprendería cuando tuviera edad para ser caballero de la corte.
Allí estaba, encorvada, vestida de negro, con las manos alargadas y huesudas terminadas en uñas tan largas que parecían garras, los ojos pequeños, la nariz ganchuda, el mentón prominente y a actitud que encarnaba el espanto.
Apenas Galahad entró, sin mirarlo siquiera, la bruja gritó:
Vete antes de que te convierta en sapo o en algo peor!
-Es que he venido a buscarte- dijo Galahad-, necesito ayuda para mi amigo que está muy enfermo.
-Je...je...je- rió la bruja -. El rey está embrujado y a pesar de que no he sid yo la que ha hecho el conjuro, nada hay que puedas hacer para evitar su muerte.
-Pero tú... tú eres más poderosa que quien hizo el conjuro. Tú podrías salvarlo- argumentó Galahad.
-¿Por qué haría yo tal cosa?- preguntó ella recordando con resentimiento el desprecio del rey.
-Por lo que pidas- dijo Galahad-, me ocuparé personalmente de que se te oague el precio que exijas.
La bruja miró al caballero. Era ciertamente extraño tener a semejante personaje en su cueva pidiéndole ayuda. Aún a la luz de las velas, Galahad era increíblemente apuesto, lo cual, sumedo a su porte, lo convertiría en una imagen de la gallardía y la belleza.
La bruja lo miró de reojo y anunció:
-El precio es éste: si curo al rey, y solamente si lo curo...
-Lo que pidas -dijo Galahad.
Quiero que te cases conmigo!
Galahad se estremeció. No concebía pasar el resto de sus días conviviendo con la bruja, y, sin embargo, era la vida de Arturo. Cuántas veces su amigo había salvado la suya durante una batalla. Le debía no una, sino cien vidas... Además, el reino necesitaba de Arturo.
-Sea -dijo el caballero-, si curas a Arturo te desposaré, te doy mi palabra. Pero por favor apúrate, temo llegar tarde a castillo y que sea tarde para salvarlo.
En silencio, la bruja tomó una maleta, puso unos cuantos polvos y brebajes en su interior, recogió una bolsa de cuero llena de extraños ingredientes y se dirigió al exterior, seguida por Galahad.
Al llegar afuera, sir Galahad trajo su caballo y con el cuidado con el que se trata a una reina, ayudó a la bruja a montar en él. Montó a su vez y se dirigieron hacia el castillo.
Una vez en él, gritó al guardia para que los dejara entrar. Franqueado por la gente de aquella fortaleza, que murmuraba sin poder creer en lo que habían visto, o se apartaban para no cruzar su mirada con la horrible mujer, Galahad llegó a la puerta de acceso a las habitaciones reales.
Con la mano impidió que la bruja se bajara por sus propios medios y se apuró a darle el brazo para ayudarla. Ella se sorprendió y lo miró con sarcasmo.
-Si es que vas a ser mi esposa -le dijo- es bueno que seas tratada como tal.
Apoyada en el brazo de él, la bruja entró a la recámara real. El rey había empeorado desde la partida de Galahad; ya no despertaba ni se alimentaba.
Galahad mandó a todos a abandonar la habitación. El médico rela pidió permanecer allí y se lo permitió. La bruja se acercó al cuerpo de Arturo, lo olió, dijo algunas palabras extrañas y lueg preparó un brebaje desagradable que mezcló con un junco. Cuando intentó darle de beber al rey, el médico la frenó:
-No -dijo-, yo soy el médico y no confío en brujerías. Fuera de...
Y seguramente habría continuado diciendo "...este castillo...", pero no llegó a hacerlo; Galahad estaba a su lado con la espada cerca del cuello del médico y la mirada furiosa.
-No toques a esta mujer -dijo Galahad-; y el que se va eres tú... ¡Ahora!
El médico huyó asustado. La bruja acercó la botella a los labios del rey y dejó caer el contenido de la misma en su boca.
-¿Y ahora? -preguntó Galahad.
-Ahora hay que esperar -dijo ella.
Ya en la noche, Galahad se quitó la capa y armó para ella un pequeño lecho a los pies de la cama del rey. Él se quedaría en la puerta cuidando de ambos.
Al día siguiente, por primera vez en muchos días, el rey despertó.
Comida! -gritó-. Quiero comer, tengo mucha hambre.
-Buenos días, majestad -saludó Galaad con una sonrisa, mientras hacía sonar la campanilla para llamar a los sirvientes.
-Mi querido amigo -dijo el rey-, siento tanta hambre como si no hubiese comido en semanas.
-No comiste en semanas -respondió Galahad.
En eso, a los pies de su cama apareció la bruja, mirándolo con una mueca que seguramente reemplazaba en ese rostro a la sonrisa. Arturo creyó que era una alucinación. Cerró los ojos y se los refregó, hasta comporbar que ella estaba allí.
-Te he dicho cientos de veces que no quería verte cerca del palacio ¡Fuera de aquí! -dijo el rey.
-Perdón, mejestad -dijo Galahad-, debes saber que si la echas me estás echando a mí también. Es tu privilegio echarnos a ambos, pero si se va ella me voy yo.
-¿Te has vuelto loco?- preguntó Arturo- ¿A dónde irás tú con este monstruo infame?
-Cuidado, alteza. Estás hablando de mi futura esposa.
-¿Qué? ¿Tu futura esposa? Yo he querido presentarte a las jóvenes casaderas de las mejores familias del reino, a las princesas más codiciadas de la región, a las mujeres más hermosas del mundo, y las has rechazado a todas. ¿Cómo vas a casarte con ella?
La bruja se agarró burlonamente el pelo y dijo:
-Es el precio que ha pagado para que yo te cure.
No! -gritó el rey-. Me opongo. NO permitiré esa locura. Prefiero morir.
-Está hecho, mejestad -dijo Galahad.
-Te prohíbo que te cases con ella -ordenó Arturo.
-Majestad -dijo Galahad-. Existe sólo una cosa en el mundo más importante para mí que tus órdenes, y es mi palabra. Yo hice un juramento y me propongo cumplirlo. Si tú te murieses mañana, habría dos eventos el mismo día. 
El rey comprendió que no podía hacer nada para proteger a su amigo de su juramento.
-Nunca podré pagar tu sacrificio por mí, Galahad, eres más noble aún de lo que siempre supe. -El rey se acercó a él y lo abrazó- Dime aunque sea qué puedo hacer por tí.
A la mañana siguiente, a pedido del caballero, en la capilla del palacio, el sacerdote casó a la pareja con la única presencia de su majestad el rey. Al final de la ceremonia, Arturo entregó a Galahad su bendición y un pergamino que cedía a la pareja los terrenos del otro lado del río y la cabaña al otro lado del monte.
Cuando salieron de la capilla, la plaza central estaba inusualmente vacía; nedie querís festejar ni asistir a esa boda; los corillos del pueblo hablaban de brujerías, de hechizos trasladados, de locura y posesión...
Galahad condujo el carruaje por los ahora desiertos caminos en dirección al río y de allí por el camino alto hacia el monte.
Al llegar, bajó presuroso y tomando a su esposa amorosamente por la cintura, la ayudó a bajar del carruaje. Le dijo que guardaría los caballos y la invitó a pasar a su nueva casa. Galahad se demoró un poco más porque prefirió contemplar la puesta de sol hasta que la línea roja terminó de desaparecer en el horizonte. Recién entonces Sir Galahad tomó aire y entró.
El fuego del hogar estaba encendido y, frente a él, una figura desconocida estaba de pie, de espaldas a la puerta. Era la silueta de una mujer vestida en gasas blancas semitransparentes que dejaban adivinar las curvas de un cuerpo cuidado y atractivo.
Galahad miró a su alrededor buscando a la mujer que había entrado unos minutos antes, pero no la encontró.
-¿Dónde está mi esposa?
La mujer giró y Galahad sintió su corazón salírsele del pecho. Era la mujer más hermosa que había visto jamás. Alta, de tez blanca, ojos claros, largos cabellos rubios y un rostro sensual y tierno a la vez. El caballero pensó que se habría enamorado de ella en otras circunstancias.
-¿Dónde está mi esposa? -repitió, ésta vez un poco más enérgico.
La mujer se acercó un poco y en un susurro le dijo:
-Tu esposa, querido Galahad, soy yo.
-No me engañes, yo sé con quién me casé -dijo Galahad- y no se parece a tí.
-Has sido tan amable conmigo, querido Galahad, has sido cuidadoso y gentil aún cuando sentías que aorrecías mi aspecto, me has defendido y respetado tanto como nadie lo hizo nunca, que te creo mereedor de esta sorpresa... La mitad del tiempo que estemos juntos tendré este aspecto que ves, y la otra mitad del tiempo, el aspecto con el que me conociste... -la mujer hizo otra pausa y cruzó su mirada con la de Sir Galahad-. Y como eres mi esposo, mi amado y maravilloso esposo, es tu privilegio tomar esta desición: ¿Qué prefieres, esposo mío? ¿Quieres que sea ésta de día y la otra de noche o la otra de día y ésta de noche?
Dentro del caballero el tiempo se detuvo. Este regalo del cielo era más de lo que había soñado. Él se había resignado a su destino por amor a su amigo Arturo y allí estaba ahora, pudiendo elegir su futura vida. ¿Debía pedirle a su esposa que fuera la más hermosa de día para pasearse ufanamente por el pueblo, siendo la envidia de todos, y padecer en silencio y soledad la angustia de sus noches con la bruja? ¿O más bien debería tolerar las burlas y desprecios de todos los que lo vieran del brazo de la bruja y consolarse sabiendo que cuando anocheciera tendría para él sólo el placer celestial de la compañía de esta hermosa mujer de la cual ya se había enamorado? Sir Galahad, el noble Sir Galahad, pensó, y pensó, y pensó; hasta que levantó la cabeza y dijo:
-Ya que ers mi esposa, mi amada y elegida esposa, te pido que saeas, la que tú quieras ser en cada momento de cada día de nuestra vida juntos...
Cuenta la leyenda que cuando ella escuchó ésto y se dio cuenta de que podía elegir por sí misma ser quien ella quisiera, decidió ser todo el tiempo, la mujer más hermosa del mundo.
Cuentan que, desde entonces, cada vez que nos encontramos con alguien que, con el corazón entre las manos, nos autoriza a ser quienes somos, invariablemente nos transformamos. Abandonamos para siempre las horribles brujas y los malditos ogros que anidan en nuestra sombra para que, al desaparecer, dejen lugar a los más bellos, amorosos y fascinantes caballeros y princesas que yacen, a veces dormidos, dentro de nosostros. Hermosos seres que terminan infaliblemente adueñándose de nuestra vida y habitándonos permanantemente.
Mucho más allá de que esa autenticidad sea o no de nuestra conveniencia. Mucho más allá de que, siendo quien eres, me elijas o no a mí, para continuar juntos el camino.

26 de agosto de 2012

Murió Neil Armstrong, quien con un paso hizo realidad un gran sueño del hombre




EL PAÍS DE MADRID, THE NEW YORK TIMES, AFP Y AP




"Es un pequeño paso para un hombre. Un gran salto para la humanidad". Neil Armstrong, que pronunció esas frases el 20 de julio de 1969, al convertirse en el primer hombre que caminó en la Luna, falleció anoche, a los 82 años de edad.
A comienzos de este mes, Armstrong fue sometido a una operación al corazón, en la que se le practicó un bypass, debido a que sufría el bloqueo de algunas arterias coronarias, y de la que se estaba recuperando. Su fallecimiento sorprendió a las personas más cercanas a él, incluyendo a sus compañeros de la misión Apolo, porque parecía que el proceso de recuperación avanzaba bien.
Armstrong había nacido el 5 de agosto de 1930 en Wapakoneta, Estado de Ohio, y mostró desde muy joven su atracción por la aeronáutica. Durante su infancia y adolescencia trabajó en una farmacia y tomó clases de vuelo, habiendo obtenido la licencia para volar antes que el documento que lo habilitaba a conducir vehículos en tierra. Estudió ingeniería, pero en 1949 ingresó en la Marina de Estados Unidos y participó, como piloto de combate, en la Guerra de Corea. Después terminó sus estudios de ingeniería y se desempeñó como piloto de pruebas, realizando vuelos con más de 50 tipos distintos de avión. En 1962, ingresó a la NASA como astronauta para ser, siete años después, protagonista de una hazaña que ha quedado en la historia de la humanidad.
Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins, partieron para su misión lunar el 16 de julio de 1969, ya como héroes, al menos en Estados Unidos, y regresaron, el 24 de julio como superhéroes planetarios, sobre todo Armstrong, el primer hombre que llegó a la superficie del satélite natural de la Tierra. Habían cumplido el mandato de 1961, cuando el presidente John F. Kennedy, en plena guerra fría y en plena carrera espacial con la Unión Soviética, lanzó el desafío estadounidense de llevar a un ser humano a la Luna y traerlo sano y salvo antes de terminar la década. Pero política aparte, Armstrong fue el protagonista indiscutible de un viejo sueño de la humanidad cumplido y la cabeza visible de una epopeya tecnológica y científica que no se ha repetido en el espacio: el programa Apollo.
La Unión Soviética, que había enviado al espacio el primer satélite en 1957 y luego al primer hombre, Yuri Gagarin, en 1961, debió inclinarse ante la superioridad de Estados Unidos, cuando Armstrong llegó a la Luna. El régimen comunista subestimó la capacidad de los científicos y técnicos que se desempeñaban en el ámbito de la NASA, pero terminó perdiendo la carrera espacial. Cuando Estados Unidos llegó a la Luna, los medios soviéticos, controlados por el Estado, intentaron ocultar o restarle importancia al logro.
Tras el viaje de Armstrong, Aldrin y Collins, continuaron las misiones lunares, cada vez más complejas y más largas, a medida que la NASA tomaba confianza con sus éxitos espaciales. Armstrong nunca volvió al espacio. Siguió en la NASA hasta 1971, y cuando dejó la agencia se dedicó a impartir clases de ingeniería y a promover las bondades de la exploración espacial.
PASIÓN. Armstrong fue un héroe indiscutido, pero huyó cuando pudo hacerlo del primerísimo plano, de la gloria permanente y de los focos. Un hombre volcado personal y profesionalmente en su pasión aeronáutica y astronáutica, recibió todos los homenajes y condecoraciones y mantuvo la distancia de persona reservada.
En su biografía autorizada (First Man: The Life of Neil A. Armstrong) James R. Hansen cuenta que la misma frase del pequeño paso para un hombre que la humanidad escuchó en la transmisión por televisión del alunizaje fue plenamente idea suya, con la ayuda de su esposa, y no de un equipo de cerebros de la NASA que prepararon la coreografía adecuada para la gran ocasión. Toda una demostración de carácter y de personalidad en un programa tan complejo y tan integrado como el Apollo. Y tan peligroso: Nixon tenía preparadas unas frases de profunda condolencia por si el Apollo 11 fracasaba y otra lista de declaraciones adecuadas para el éxito rotundo.
Las poco más de dos horas que pasaron los dos astronautas en el suelo lunar, con su colega Collins esperando en solitario en el módulo orbital, fueron intensas. Armstrong era el comandante de la misión y fue él el elegido para salir el primero del módulo Eagle y tocar el suelo lunar. Aldrin le siguió poco después. Y es curioso que Armstrong apenas tuviera de aquel viaje ya mítico el recuerdo más corriente que millones de personas conservan de sus aventuras viajeras: unas buenas fotografías suyas.
La NASA siempre ha explicado que durante sus actividades en la superficie lunar, el comandante fue quien utilizó casi todo el rato la cámara, por lo que fue Aldrin el más y mejor fotografiado.
Las imágenes de Armstrong dando el primer paso en la superficie lunar y después junto con Aldrin realizando tareas en ese ámbito inexplorado, fueron seguidas con asombro, a través de la transmisión de la televisión, por 600 millones de personas alrededor del mundo, que se convirtieron en testigos de una proeza que solo había aparecido hasta ese momento en los relatos de ciencia ficción.
TALENTO. Armstrong fue la cabeza más visible, aunque no la única, de aquella década prodigiosa del espacio con el programa Apollo aunando no sólo muchísimo dinero para hacer realidad el desafío del presidente Kennedy, sino también con una concentración de enormes talentos de la ciencia y la tecnología en el esfuerzo espacial. Al recibir la Medalla de Oro del Congreso de Estados Unidos, en noviembre de 2011, junto con sus colegas del Apollo 11 Aldrin y Collins, además del pionero astronauta John Glenn, Armstrong dijo que era un honor "en nombre de todos aquellos que jugaron un papel para ampliar la presencia humana más allá de la Tierra, y el conocimiento humano del Sistema Solar".
Pero durante toda su vida ha estado relacionado con el mundo espacial, tanto trabajando en la industria privada del sector como implicándose, cuando lo consideró oportuno, en las decisiones de política espacial estadounidense. Hace un par de años, el más célebre exastronauta de la NASA, manifestó sus críticas a la decisión del presidente Barack Obama de cancelar el programa Constellation con el que se estaba desarrollando una nueva familia de cohetes para viajar a la Estación Espacial Internacional.
El pasado verano, el hombre de la Luna estuvo en España, concretamente en Tenerife, para participar en el homenaje al primer astronauta de la historia, el ruso Yuri Gagarin. Manifestó su deseo de que la civilización humana lleve al espacio "su mejor comportamiento". Refiriéndose a la carrera espacial de la que él fue estrella indiscutida, dijo que, a su juicio, fue "la mejor, la más honesta, porque ganó la humanidad".
SENTIMIENTO. Al conocer la noticia del fallecimiento, el astronauta Buzz Aldrin, el segundo hombre en pisar la Luna tras Armstrong, afirmó que ambos estarán "siempre unidos" por su misión en el Apollo 11. "Nos entrenamos juntos y fuimos buenos amigos, siempre estaremos unidos por nuestra participación en la misión Apollo 11", escribió el astronauta en su cuenta en la red social Twitter (útherealbuzz). "Es un verdadero héroe estadounidense. Es el mejor piloto que he conocido".
"La familia Aldrin ofrece su pésame a Carol y a toda la familia Armstrong tras la muerte de Neil, al que echaremos de menos", añadió Aldrin.
Por su parte, el administrador de la NASA, Charles Bolden, destacó los aportes que Armstrong hizo a la exploración del espacio.
"Mientras existan los libros de historia, Neil Armstrong será incluido en ellos´´, dijo Bolden en un comunicado. Agregó que siempre será "recordado por dar el primer pequeño paso de la humanidad en un mundo fuera del nuestro´´.
Bolden consideró que Armstrong fue "uno de los más grandes exploradores de Estados Unidos´´ que de buena gana aceptó el reto del presidente John F. Kennedy de enviar a un estadounidense a la Luna.
EJEMPLO. Carol Knight, esposa de Armstrong desde 1994, y dos hijos de su primer matrimonio con Janet Shearon, Eric y Mark, difundieron un comunicado, anoche, para evocar el significado de la trayectoria del astronauta, en su actividad profesional y como padre de familia.
"Siempre fue un impulsor de la aviación y de la exploración a lo largo de su vida y nunca perdió su asombro de niño mientras perseguía sus objetivos", indicó la familia. "Si bien Neil siempre valoraba su privacidad, siempre apreció las expresiones de buena voluntad de personas alrededor del mundo y de diferentes vertientes de la vida. Mientras lloramos la pérdida de un muy buen hombre, también celebramos su notable vida y esperamos que sirva de ejemplo a los jóvenes en todo el mundo, para que trabajen intensamente para hacer realidad sus sueños, muestren su voluntad de explorar y de llegar a los extremos y para servir sin egoísmos una causa que es más grande que ellos".
"Honren su ejemplo de servicio, logro y modestia, y la próxima vez que caminen bajo una noche despejada y vean la Luna sonreír, piensen en Neil Armstrong y envíenle un guiño´´, exhortó la familia.

"Es uno de los héroes de todos los tiempos"

Neil Armstrong, es uno de los máximos héroes estadounidenses, indicó del presidente, Barack Obama.
"Michelle y yo estamos profundamente golpeados por la noticia de la muerte de Armstrong", afirmó el mandatario en una nota difundida este sábado por la Casa Blanca. "Neil ha estado entre los más grandes héroes estadounidenses y no sólo en su época, sino de todos los tiempos", sostuvo Obama en su mensaje.
El presidente opinó que cuando Armstrong "y su equipo descendieron en la Luna se cumplieron las aspiraciones de toda una nación" y demostraron "que el espíritu estadounidense puede avanzar hasta lo inimaginable". "Hoy el espíritu pionero de Neil vive en todos los hombres y mujeres que dedican sus vidas al descubrimiento de lo desconocido", amplió Obama y completó que el fallecido astronauta es un hombre que "ha enseñado el enorme poder de un pequeño paso".
A su vez, el candidato presidencial por el Partido Republicano, Mitt Romney, destacó las cualidades del astronauta y dijo que "la Luna llora a su primer hijo terrícola". ANSA
El País Digital